domingo, 28 de junio de 2015

Pornografía infantil: se investigan cada vez más casos de pedofilia en la Región




Amenaza virtual

Pornografía infantil: se investigan cada vez más casos de pedofilia en la Región

Sólo en La Plata hay actualmente más de cien denuncias que apuntan a supuestos pedófilos. El auge de un problema que crece y la opinión de los especialistas
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Pornografía infantil: se investigan cada vez más casos de pedofilia en la Región
El despliegue casi cinematográfico que se montó esta semana en la casa de 495 entre 11 y 12, con agentes del FBI y autoridades judiciales encarando un allanamiento por supuesto “tráfico de imágenes pornográficas de menores”, dejó además de los detenidos y de las pruebas (algo más de 3 mil fotos y cientos de videos con imágenes de chicos) una certeza que los responsables de la investigación admiten con un dejo de zozobra: lo de Villa Castells es apenas la punta de un iceberg. O más justo: el ejemplo de una realidad que, aunque silenciosa y siniestra, no para de sumar casos en nuestra región cuyas víctimas son siempre los más desprotegidos: los chicos.
El horror en números
Si bien no hay cifras oficiales, desde la UFI local especializada en Pornografía Infantil y Delitos Conexos, creada hace dos meses y a cargo del fiscal Fernando Cartasegna, se admite que actualmente se investigan en La Plata cerca de 100 casos de pedofilia. “En determinados casos se ha descubierto que existe una interconexión entre los sujetos -confiaron quienes llevan adelante estas investigaciones-, ya que se posibilita el intercambio de material pornográfico. Si bien podemos hablar de una red, hasta el momento no podemos decir que lo hagan con fines de lucro”.
Diez consejos para los padres
Se calcula que en el año 2009 sólo la pornografía infantil generó 12 mil millones de dólares en ganancias en todo el mundo

Lo que aportan desde esta UFI entra en cierta sintonía con datos recientes dados por la Fiscalía General de la ciudad de Buenos Aires, donde sólo entre enero y abril de este año se registraron 719 denuncias por producción y distribución de pornografía infantil, es decir 125% más que el año pasado o lo que, también, es decir seis denuncias por día.
Según fiscales y especialistas en el tema consultados por este medio, la razón principal de este crecimiento en la circulación de este tipo de material es la facilidad y la velocidad con que se pueden compartir archivos digitales, que desde 2005, con el incremento del ancho de banda, aumentaron de forma exponencial.
“Llevamos denunciados a más de 2.200 pedófilos de Argentina ante el FBI y sabemos que cerca del 80 por ciento de los menores que tiene cuenta en alguna red social padeció algún tipo de acoso sexual por parte de adultos”. Quien lo dice es María Raquel Holway, titular de la ONG Alerta Vida y para quien uno de los aspectos más alarmantes del tema es que “los pedófilos locales tienen perfiles en Facebook con total impunidad, incluso ponen los símbolos que los representan en sus biografías y muchos chicos no lo saben y los agregan como amigos sin entender a los peligros que se exponen”.
Pese a que no se conoce cuánto dinero mueve esta actividad ilegal en nuestro medio, varias fuentes señalaron que el beneficio no se encuentra sólo en la distribución sino en la creación de un circuito de prostitución VIP de menores.
“En esta modalidad podemos diferenciar dos personalidades -apuntan fuentes judiciales del ámbito local-: los que se dedican a la producción y distribución de este tipo de material, que no necesariamente lo consumen, y las personas que padecen una patología que los lleva a excitarse con menores. Los primeros integran organizaciones que cuentan con recursos y altos conocimientos informáticos que dificultan su rastreo. Hoy en día el terrorismo y el narcotráfico internacional, de hecho, se financian con los ingresos que logran a través de la distribución de este tipo de material. Se calcula que en el año 2009 sólo la pornografía infantil generó 12 mil millones de dólares en ganancias en todo el mundo. Los segundos forman comunidades cerradas, pero no todos tienen conocimientos profundos sobre informática. Y en ambos casos hay un elemento en común: el consumidor que paga por este tipo de material y el depredador que trata de llevar a la realidad el material que consume”.
FORMAS DE INTERCAMBIO
Para quienes investigan el tema, además, los pedófilos necesitan mostrar que, además de consumidores, son distribuidores del material pornográfico. Para realizar esta acción, tienen dos formas que suelen ser habituales: la primera es recurrir a los borradores de correo en las cuentas de mail. Una vez que crean una nueva cuenta, a la cual tienen acceso varias personas, cargan el material en un correo electrónico que nunca es enviado, sino guardado como borrador. Para compartirlo, las personas que tienen el nombre de usuario y clave sólo deben buscar ese borrador de mail y descargar el material a su PC.
El otro camino para intercambiar material, se explica, es a través de programas con conexiones P2P, un tipo de software en el que uno descarga archivos que se encuentran en computadoras de otras personas que están conectadas entre sí.
A nivel local, la nueva fiscalía cuenta con instructores y un perito informático, además de un equipo de psicólogos y asistentes sociales encargados de la contención de eventuales víctimas. Las fuentes judiciales confirman que la pedofilia y el negocio de la pornografía infantil ha mutado con el avance de la tecnología y las redes sociales. “Antes -dicen- la principal vía de contacto era el messenger y ahora es el Facebook, pero siempre operan a través de otras redes y aplicaciones”.
El tema tiene aristas que alarman. El 24 de junio pasado, de hecho, los depravados de todo el mundo celebraron lo que, aunque cueste creerlo, denominan el “Día del Orgullo Pedófilo”. Para ellos, es una fecha especial y, según detalla Holway, se preparan recopilando historias, fotos y videos para compartir en estas redes ilegales. “Cada uno trata de destacarse, por eso este mes hubo un incremento de denuncias. Cada vez que llega esta fecha, que también se repite en diciembre, estos depravados andan desesperados tratando de conseguir contactos con chicos y así tener acceso a material nuevo”.
Ese material son cuentas en alguna red social o blogs en los que publican imágenes de niños en posiciones sensuales o directamente teniendo sexo. En ocasiones, incluso, se trata de simples imágenes de nenes que fueron subidas a internet por algún familiar con la mera intención de compartir un cumpleaños, una fiesta o algo totalmente inocente, y que han sido luego tomadas por algún pedófilo -ellos se autedenominan “boylovers”- y trucadas hasta convertirlas en imágenes que les despiertan sus fantasías.
“Es cierto que se están abriendo UFIS especializadas -admite Holway-, pero se debería penalizar la tenencia simple de pornografía infantil y nosotros hace años que proponemos la castración química con psicofármacos y hormonas y un chip de control satelital. Hay que entender que no todo se arregla con la prisión, porque muchos quedan libres antes o después y vuelven a delinquir. Por eso también es fundamental tener en el país un registro de pedófilos”.
El 24 de junio pasado, los depravados de todo el mundo celebraron lo que, aunque cueste creerlo, denominan el “Día del Orgullo Pedófilo”

Una modalidad que suelen utilizar los pedófilos es la del “child grooming”, que consiste en el acoso a través del chat y en la inducción creciente a que el niño realice acciones frente a la cámara web, que despiertan el placer del acosador, sin que el niño perciba siquiera su verdadero rostro.
Ante esto, el abogado especializado en delitos informáticos, Raúl Martínez Fazzalari, asegura que lo importante es que los adultos estén atentos a la conducta de los chicos. “Si hay actitudes raras del menor -dice-, cambios de conducta o comentarios, o ante cualquier sospecha de mail, comunicación o chateo es fundamental hacer la denuncia. Sin denuncia, no ocurre nada”.
En Argentina rige la ley 26.388 sobre delitos informáticos, que fue sancionada en 2008 pero que, según sostienen los expertos, tiene como principal problema la definición conceptual de lo que es un “delito informático”. Al ser un término tan amplio, a veces ambiguo, no son pocos los especialistas que aseguran que suele resultar difícil enmarcar las infracciones que se cometen en Internet. La ley, de hecho, no contiene figuras propias y específicas como el “pedófilo”, lo que hace mucho más complicada su aplicación.
”Cuando se puede detectar y comprobar el abuso sexual infantil -aseguran en Alerta Vida-, el pedófilo tiene como pena máxima cuatro años de prisión. Y nosotros entendemos que eso es muy poco”.
En 2002, el país firmó una Convención Internacional de Internet que deja este tipo de delitos en manos del FBI, es por eso que todas las denuncias que realizan desde la ONG terminan bajo la órbita de esta fuerza de seguridad. “Mientras la tecnología avanza, la legislación se queda en el pasado. Tenemos que empezar a pensar en el futuro que, justamente, son nuestros chicos”, dispara Holway.
Lo que dice la experta es confirmado por distintas organizaciones internacionales que siguen el tema. A pesar de los rastreadores de pedófilos y de las advertencias que se lanzan en todo el mundo, lo cierto es que la pornografía infantil avanza en internet a pasos agigantados. Cada vez hay más imágenes obscenas de niños en la web y en otras plataformas como los teléfonos móviles, y se calcula que unos 750 mil pedófilos están conectados permanente al ciberespacio en todo el mundo.
“No sólo se trata de imágenes de menores sin ropa, posando de manera sexualmente explícita -apuntan funcionarios judiciales locales-, sino que detrás de cada fotografía o video se encuentran niños a los que se ha sometido a prácticas que los han marcado tanto físicamente como psíquicamente”.

miércoles, 24 de junio de 2015

Sacrificios humanos.

Sacrificios humanos


Camila, 5 años
Atendida en el consultorio pediátrico de un hospital por escoriaciones vulvares. Su madre dice que debe haberse lastimado en los juegos de la plaza. En la consulta, la niña está distraída y no presta atención a las preguntas del pediatra, hasta que la interroga una enfermera especializada. A ella le refiere: Mi hermano juega conmigo a encontrar una llave que se le perdió. El hermano, ¿cuántos años tiene? No sé, es el que está casado.
Celeste, 7 años
Presenta ansiedad constante y escasa atención en clase, con bajo rendimiento. No simpatiza con ningún adulto, juega compulsivamente con sus amiguitas, aún obligándolas. No tolera ningún tipo de limitaciones y maneja muy pobremente la comunicación verbal. La madre registra la situación y dialoga con ella. Al principio no cuenta nada; ante la insistencia materna, relata de manera entrecortada y con mucho esfuerzo que uno de sus tíos la obliga a masturbarlo.
Manuela, 4 años
En el jardín maternal su maestra registra enuresis secundaria (1), elevada ansiedad, máximo interés por ver a sus compañeros varones en el baño y reiterados intentos de quitarles la ropa. Ante la determinación de la docente por conocer las posibles razones de esta conducta, y luego de la intervención del psicólogo institucional, la madre admite que su esposo es muy cariñoso con ella… quizás demasiado… la baña él solo, le revisa el cuerpo todos los días, la lleva a la cama matrimonial para dormirla, desnudita… se encierra con ella para contarle cuentos… eso, ¿está mal?
Ejemplos similares a éstos formarían una larga lista. En cada hospital del Gran Buenos Aires se atienden decenas de casos por mes; no se conocen estadísticas de establecimientos privados. Sin embargo, la mayoría de los casos no llegan a ser atendidos porque no son detectados, o se los registra en la familia pero no se da a conocer la situación, o aún, se la considera normal. Estas situaciones ignoradas corresponden sobre todo a niñas no escolarizadas.
Muchas veces la familia no ve las señales, las niega, las minimiza, las lee mal o las ve pero no indaga, no habla con las víctimas. De eso no se habla. Y cuando se habla no se quiere saber demasiado: ni cómo pasó, ni durante cuanto tiempo, ni quién cometió el abuso. Si los síntomas son muy evidentes, por lo general se busca un culpable fuera de la familia, lo más lejano y desconocido posible, y si es alguien fácil de estigmatizar por factores sociales, culturales, étnicos, mejor.
Si es la propia víctima quien, venciendo el miedo, refiere la situación e identifica al abusador como alguien de la familia o muy cercano, se le cree a medias, restándole importancia a los hechos, o no se le cree, con lo que se la deja en total desamparo y además se la vuelve a victimizar mediante la sospecha.
Hasta aquí me he referido a algunos ejemplos de ASI Abuso Sexual Infantil en niñas prepúberes. Un párrafo aparte merecen los casos en que el abuso se concreta en niñas algo mayores, con el resultado de un embarazo.
Hace pocos días fue noticia una niña paraguaya de 10 años violada y embarazada por su padrastro. Escribo fue noticia porque ya nadie, salvo las organizaciones especializadas, habla de ello.
Éste, y en menor medida los casos antes enumerados, son una forma de infanticidio. Digo en alguna medida porque aquellas niñas tuvieron acceso al hospital o a la escuela relativamente a tiempo, pero muy relativamente, porque en todos los casos siguieron viviendo con el perpetrador del abuso, aunque con algo de control de las instituciones involucradas.
En los casos en que se produce un embarazo, la salida es siempre altamente traumática para la víctima. Aun lo es en la mejor de las situaciones, cuando se puede interrumpir el embarazo, porque esta circunstancia no deja de ser una compleja e intrincada red nefasta para la víctima: estafada por alguien de su confianza, corrompida, forzada, lastimada física y mentalmente, muchas veces opta por no decir nada porque sabe que no le van a creer, y recién cuando el embarazo se hace evidente logra que alguien le preste atención. Si aborta, a menudo vuelve a ser violada por el mismo hombre, consciente de que si una vez se pudo borrar la consecuencia física de su crimen, puede volver a cometerlo impunemente.
Se ven en los hospitales jóvenes veinteañeras arruinadas, con la inocencia, la juventud, la frescura robadas por siniestros personajes que deambulan muy tranquilos por la vida y que conservan su lugar en la familia: padres, padrastros, hermanos, tíos, cuñados. Chicas que acuden en general por dolencias ginecológicas, producto de abortos a repetición, y de la actividad sexual, con su abusador y/o con otros hombres, sin ningún cuidado, sometidas como objetos inertes a los que ellas consideran como sus dueños.
En los casos en que los embarazos de niñas y adolescentes siguen su curso y nace la/el bebé, la suerte no es mejor. Por la misma falta de protección y cuidado que las precipitó en esa situación trágica, las niñas ignoran todo respecto de la/el misma/o, dado que casi nunca logran sentirla/o como hija/o. No puede ser de otra manera. No se puede pretender que una niña de 10 años se haga responsable de una hija/o. Lo que sucede entonces, en la mayoría de los casos, es que este fruto de la violencia más ominosa, si tiene buena salud, termine siendo hija/o de nadie; lo cuida un poco la madre, otro poco la abuela, la tía, la vecina… Y si tiene mala salud, será hija/o de un hospital, de un asilo o de la calle.
A esta altura, cabe preguntarse la razón del título de este texto. El sacrificio es, grosso modo, una ofrenda hecha a los dioses o entidades superiores, pero también algo a lo que uno se somete con rechazo y repugnancia.
No hay duda que de la segunda acepción del término corresponde a los casos citados y a todos los abusos de hombres adultos hacia niñas. Pero, ¿y el primer significado? ¿La ofrenda?
La ofrenda se ve con claridad cuando el violador es un miembro de la familia, un miembro importante por alguna razón: porque es el padre o su sustituto, porque mantiene el hogar, porque es el hermano privilegiado que estudia, porque es un hombre relevante de alguna manera en la comunidad.
Entonces, en aras de la cohesión familiar, o de la economía de la casa, o del lugar de la familia en el grupo social, o de cualquier otra razón similar, se sacrifica a la pequeña niña, a escondidas, en silencio, sin hablar del tema, sin creerle cuando se queja de la violencia sufrida. Ocasionalmente, se comenta ella se lo buscó, argumento por completo perverso.
Ahora bien: por qué estos hombres hacen esto?
¿Son sujetos hipersexuados? Nunca, o casi nunca. ¿Carecen de otra forma de darle curso a su pulsión sexual? No, la mayoría de las veces tienen mujer, novia, amante. ¿Son enfermos? Sí, peligrosamente enfermos. Peligrosos para sí y para terceros, como exige el código penal para quitarles la libertad, ya sea internándolos o encarcelándolos.
Peligrosos porque en el fondo de su conducta aberrante no hay un deseo de sexo, sino de destrucción. Así lo considera la psiquiatría francesa actual que se dedica a las violaciones.
Tomar el cuerpo de otra persona y usarlo para propia satisfacción sin su consentimiento ya es violencia, pura pulsión de dominio, de poder. Cuanta mayor sea la inferioridad de la víctima, por edad, condición, salud, estado de dependencia, etc., mayor es la violencia que se ejerce por parte del adulto hombre, y la violencia siempre es destrucción.
Destrucción de las membranas corporales, de la integridad sexual, de la identidad, de la autoimagen, de la infancia, de la pubertad, de la adolescencia… Esta ruptura, una vez producida, no puede de ninguna manera ser reparada, y, en el mejor de los casos, puede ser elaborada, cicatrizada. El mejor de los casos no es el más frecuente.
En Argentina hay una asociación que trabaja sobre este tema muy a pulmón, sin casi nada de ayuda oficial, AVIVI Ayuda a Víctimas de Violación. Muchos de los conceptos plasmados en este texto coinciden con su visión de esta tragedia cotidiana.
http://www.mdzol.com/opinion/613720-sacrificios-humanos/

martes, 23 de junio de 2015

La escuela, el lugar donde las víctimas buscan ayuda.

La escuela es una institución central en la que pueden detectarse y prevenirse los casos de abuso. La implementación de la Educación Sexual Integral (ESI) es una oportunidad no solo para promover acciones de autocuidado sino para habilitar el diálogo con posibles víctimas y activar la intervención del Estado.
Fernanda Pagura, referente del Programa provincial de ESI, explicó a Diario UNO que, a partir de la capacitación de los docentes y el trabajo junto al estudiantado se han logrado detectar casos y dar respuestas que permiten a las víctimas ejercer sus derechos.
“El abuso sexual es uno de los temas que se aborda en ESI y lo estamos haciendo en todos los niveles del sistema educativo. Trabajamos qué se entiende por abuso y herramientas de promoción de derechos para lo que se llama la prevención del abuso sexual infantil”, explicó.
—¿La denuncia de situaciones de abuso es algo que aparece en las escuelas, según el relato de los docentes con los que trabajan?
—Desde que ESI entró a la escuela por la puerta grande con la ley que le da legitimidad, observamos que las propias docentes manifiestan que, abordando esas temáticas, empiezan a aparecer voces de niñas que dicen: “Yo estoy en ese lugar”. Hay niñas en situación de abuso que se animan a hablar y pedir ayuda desde que se ha roto el silencio sobre ese tema en las escuelas.
—¿Cuándo una situación es abuso?
—El Código Penal lo contempla cuando un adulto mayor de 18 años que obtiene o intenta obtener placer sexual con un niño, niña o adolescente. Eso es el abuso sexual. Pero las situaciones de forzamiento que se dan entre niñas, niños y adolescentes no se pueden llamar abuso porque no corresponde la penalización.
—¿Cómo se puede definir, en el caso de los adolescentes, el consentimiento de la relación sexual?
—Que una adolescente de 13, 14 o 15 años manifieste estar saliendo con un varón de más de 20 y diga que está ahí porque quiere, uno igual tiene que sospechar la posibilidad de un abuso. Si hay alguien mayor, la probabilidad de manipulación es mucho más alta también. La situación de sometimiento siempre es posible que esté. No se trata de dudar de la palabra de la niña o adolescente, es reconocer que las relaciones de género son relaciones de poder y ese poder se pone a favor del género masculino. En general, los abusadores son varones.
—Cuando hay niñas y niños pequeños suele pasar que, en la escuela o en otros lugares, se observan o se tocan los genitales. ¿Esa es una situación esperable? ¿Cómo hay que abordarla con los chicos?
—En Nivel Inicial hay una etapa de descubrimiento del propio cuerpo y del de los otros. Y hay una necesidad de mirarse y tocarse pero también mirar y tocar el cuerpo de otros y otras. Es parte del proceso de construcción identitario. Ese tiempo –en la sala de tres, cuatro o cinco años– es de descubrimiento y lleva a situaciones en las cuales un nene y una nena o dos nenes o dos nenas se están tocando y mirando, pero hay una paridad en la edad y hay una situación esperable en esa etapa. En ese sentido, trabajamos con las docentes en que no es un momento para retar o sancionar sino para aprovechar y trabajar los derechos sobre el propio cuerpo y la intimidad. Esos son dos derechos sexuales que se trabajan fuertemente en el Nivel Inicial como parte del empoderamiento para la prevención del abuso sexual infantil: “Este cuerpo es mío y nadie puede tocarlo, ni pedirme que me desnude ni hacerme sentir incómodo”.
Las respuestas institucionales
—¿Cómo se debe actuar desde la escuela cuando se detecta un caso?
—Las escuelas que trabajan este tema y habilitan su discusión empiezan a identificar casos a partir del relato de niñas y niños que ven en su docente a un adulto responsable que le ofrece un canal de escucha. Para esos casos tenemos un dispositivo de abordaje. Lo primero que tiene que hacer el docente es preservar la intimidad de ese niño o niña y evitar la revictimización, no tiene que contar todo el tiempo lo que le pasó. La docente a la que se lo contó no debe hacer la denuncia, tiene que recurrir a su director y este al supervisor y al equipo socioeducativo de la provincia. El equipo socioeducativo tiene que actuar en menos de 48 horas y es el que está preparado, en el Ministerio de Educación, para hacer los nexos con la Subsecretaría de Niñez y con Salud para que ese niño o niña entre inmediatamente en la atención a la víctima.
—En su experiencia, ¿la mayoría de los casos tiene como victimarios al entorno familiar o afectivo de la víctima o a personas que trabajan en instituciones a las que asiste la víctima como escuelas o clubes?
—En relación a la cantidad de docentes y estudiantes que tenemos son muy pocos los casos en los que ha ocurrido dentro de la escuela. La gran parte de los abusos sexuales acontecen en el marco de la familia; puede ser un pariente cercano, un amigo o un vecino que tiene un vínculo de confianza con ese niño o niña. Los abusos se dan, sobre todo, con conocidos.
—¿A qué deben estar atentos los docentes si sospechan que puede haber una víctima en el aula?
—Hay que trabajar en fortalecer los factores de protección y hay que estar atentos a la presencia de factores de riesgo. Uno de ellos es el aislamiento de ese niño y niña, obviamente que el silencio está asociado a eso. Pero este tema necesita la mirada de género. La mayor parte de los abusadores son varones y la mayor parte de las víctimas son niñas o adolescentes. No podemos dejar de leer el abuso como una manifestación más de la violencia hacia las mujeres, por eso hay que trabajar sobre las relaciones de poder, el sometimiento de las mujeres en esas relaciones y el empoderamiento de las mujeres.
—¿Qué pasa cuando no se puede preservar a la víctima; por ejemplo cuando el caso toma estado público o cuando producto del abuso se genera un embarazo? ¿Cómo se debe trabajar con los compañeros y sus familias?
—Hay que garantizar el derecho a la educación y la escuela tendrá que desarrollar estrategias de abordaje de la temática para que no se generen situaciones de estigmatización sobre la víctima. Hay que trabajar cómo opera la lógica de sometimiento en el abuso con el estudiantado y abordando los derechos que tienen las víctimas, uno de los cuales es la interrupción legal del embarazo.
Pagura remarcó que los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad en la preservación de la intimidad. “A veces pasa que inmediatamente sacan notas con la familia de la víctima y, sin dar nombre, ya le pusieron nombre y apellido. Suele ocurrir que se revictimiza a la víctima porque suele quedar el mensaje de «¿Qué hiciste para que esto no te pase?»”, explicó.
Y agregó que hay casos, como los que tienen como consecuencia un embarazo, “que están contemplados en el fallo de la Corte Suprema de Justicia de 2012 sobre la interrupción legal del embarazo o aborto no punible. En esas situaciones, se pone en vínculo a la niña con el centro de salud para que pueda acceder a la interrupción de la gestación con el solo hecho de firmar un consentimiento. Hay que estar muy atentos a que se conozca el fallo de la Corte Suprema de Justicia porque sino no podemos promover los derechos que tienen las niñas y adolescentes sobre su cuerpo en esos casos”.
Por Victoria Rodríguez / victoriarodriguez@uno.com.ar

lunes, 22 de junio de 2015

Abuso sexual infantil: al Centro de Atención a la Víctima ingresa unadenuncia cada dos días.







En aumento. Laura Manzi aseguró que el aumento de denuncias refiere a la visibilización de la temática.
En lo que va del año, el Centro de Atención a la Víctima que depende de la Defensoría del Pueblo de Santa Fe atendió 98 casos de abuso sexual infantil, lo que representa a un ingreso promedio cada dos días.
“Hablamos de cifras alarmantes que no son atribuibles a un aumento de casos, si no que refieren al resultado de las campañas que apuntan a visibilizar la problemática y a la creación de espacios de denuncia accesibles a las víctimas”, dijo al respecto en diálogo con Diario UNO la coordinadora del Departamento de Psicología de dicha entidad, Laura Manzi, al tiempo que agregó: “Históricamente hubo una tendencia a acallar o negar el tema del abuso sexual infantil y en ese contexto no se tenían en cuenta los decires de los niños y hasta se atribuían sus relatos a fantasías o sugestionabilidad de los adultos que lo rodeaban. Es decir que no se confiaba en la memoria del niño. Pero hoy esa situación ha cambiado y se presta más atención a estos casos”.
–¿Qué características tiene este tipo de maltrato?
—Se considera abuso sexual infantil a todo acto o interacción entre un niño/niña o adolescente y un adulto que busca satisfacer un deseo propio o ajeno valiéndose de su condición de “poder”. En general este tipo de situación tiene lugar en un ámbito cotidiano para el niño y se da como una forma de juego, acción que puede prestarse a confusión para el pequeño en cuanto a cómo vislumbrar la intensionalidad. Asimismo hay que aclarar que la mayoría de las relaciones de abuso se dan en el ámbito familiar, de la mano de un integrante que refiere un alto grado de confianza para ese pequeño, situación que acentúa más su grado de desconcierto.
—¿Hay algunos indicadores conductuales que puedan representar un alerta para los padres a la hora de hablar de abuso?
—Más allá del indicador físico, que puede existir o no, el principal indicador específico es el relato del niño, que cual puede manifestarse a través de la verbalización, del juego o bien también a través de las manifestaciones expresivas como ser el dibujo.  Dichas señales pueden marcar un alerta, el cual bajo ningún punto de vista debe ser menospreciado por el padre, madre o encargado, quien llegado el caso debe acudir a buscar ayuda y a las autoridades para presentar la denuncia. Asimismo, existen otros factores muy variados del orden de lo afectivo, emocional y cognitivo que pueden ser también un eje a analizar, pero que no siempre será absoluto. Ya que si bien puede significar una alarma que el niño se muestre agresivo, angustiado, apetecible, aislado o sufriente, esas exteriorizaciones no tienen connotación específica con el abuso, sino que también pueden estar indicando alguna otra situación.
En este sentido, la profesional aseguró que para trabajar en abuso sexual infantil es muy importante informarse sobre psicología evolutiva, es decir “ver qué que se puede esperar en cada etapa del niño”. Y al respecto dijo: “Hoy existen múltiples estudios de la neurociencia que han permitido descubrir lo que se puede esperar en los relatos dependiendo la edad, un tema que repercutió positivamente en la detección de casos y desterró el mito de la mentira sobre lo que la víctima expresa en consecuencia”.
—Usted mencionó la búsqueda de ayuda y la denuncia, ¿qué pasos se deben seguir en ese sentido?
—Los dos aspectos se vinculan, en cuanto a que la justicia también puede ser una manera de reparación, pero no la es única; y en el sentido de que al llegar el caso a uno u otro lugar el trabajo se realizará en forma conjunta. O sea, trabajamos articuladamente con el ministerio público de la acusación,  la subsecretaría de la Niñez y hasta entidades como el hospital de Niños y el ministerio de educación, por ejemplo. Todos nos derivan casos cuando lo consideran necesario y viceversa, incluso con entidades del interior de la provincia como las sedes que tiene el Centro de Atención a la Víctima en Reconquista y Rafaela.
—¿Y qué tipo de atención recibe el niño o niña que llega a esta institución?
—Nosotros atendemos al menor en primera instancia fundamentalmente para ayudarlo a que pueda poner en palabras lo que vivido, que es una manera de no sufrir pasivamente sino de asumir lo sucedido desde un lugar que lo habilita para expresarse. Pero como su cuidado no dependerá solo de nosotros sino específicamente de la familia o las personas que lo rodean, trabajamos también con su entorno que de una u otra manera está también muy afectado y rodeado de sentimientos de culpas, humillación y broncas, porque a veces unos creen y los otros no; y aparecen discursos que plantean el “que dirán” o similares. Es decir que siempre en estos casos se trata de una situación compleja que hay que abordar en familia y con el niño o niña afectado para que tampoco le quede miedo en un futuro.
—¿Cómo se trabaja respecto de la no revictimización del abusado?
—Uno de los parámetros más importantes en este sentido tiene relación con la sobreprotección que aparece en casos de abuso confirmado y también de progenitores que ante el miedo atribuyen cualquier actitud llamativa a una posible situación de abuso. Por eso, si bien nosotros bregamos para que se visibilizen estas situaciones, no queremos que se hagan denuncias que puedan pecar de exageradas y que puedan resultar contraproducentes para el niño o niña.
“Hay mamás que a veces están obsesivamente atentas, situación que puede generar dudas”, agregó en este sentido Laura Manzi y cerró: “Por cuanto, en estos casos siempre sugerimos que se haga una consulta con personal especializado, a donde no necesariamente se lo debe llevar al menor, sino que en primera instancia lo puede hacer el adulto para determinar si el tema amerita o no un mayor compromiso”.
Sobre este punto la profesional relató que han atendido muchos casos  con esas referencias en el Centro de Atención de Atención a la Víctima y para concluir remarcó a la reacción del entorno como uno de los puntos claves para procesar y superar el abuso.
“Cuando un niño o niña no se siente acompañado o se ve descreído de sus dichos es muy posible que no quiera hablar y vuelva a sentirse defraudado por lo que pasa o culpable, por tanto es importante que los papás y mamás acompañen a sus pequeños en estos procesos en forma contundente desde el principio”.
Asimismo y para finalizar Manzi afirmó: “También les decimos a los papás que tienen un hijo o hija que ha pasado por una situación semejante, que tampoco es bueno que tengan al pequeño en una caja como de cristal y que no lo habiliten entonces a desarrollar sus potencialidades, sus capacidades de cuidado o la posibilidad de que pueda poner límites. Por el contrario hay que apoyarlo para que sepa cuáles son sus derechos y aprenda a defenderlos”.
Loreley Duré / ldure@uno.com.ar

martes, 9 de junio de 2015

Una problematica que padecen miles de niños Abuso sexual infantil


Abuso sexual infantil, un drama social que genera temores, angustia e interrogantes

Cada año se conocen nuevos casos estremecedores. Recomiendan hablar del tema para tomar medidas en el asunto
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Abuso sexual infantil, un drama social que genera temores, angustia e interrogantes
Por AGUSTINA MUSSIO
Una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños sufren de algún tipo de abuso sexual. Estas cifras fueron avaladas por Unicef y reflejan la dramática situación que atraviesan los países occidentales. En La Plata la situación no es menos alarmante: de 2013 a 2014 aumentaron en un 10% los casos con estas características que se registraron en la Dirección General de Niñez y Adolescencia de la municipalidad.
Una problemática que padecen miles de niños
Cada año se conocen más y nuevas situaciones de abuso sexual infantil y crecen las estadísticas en este sentido. Sin embargo, los especialistas no lo atribuyen a un aumento de casos, si no al resultado de las campañas que apuntan a visibilizar la problemática y a crear espacios de denuncia accesibles a las víctimas.
Aunque en Argentina no existen datos oficiales, se estima que 1 de cada 5 niños y niñas son abusados antes de los 18 años

A pesar de estos avances, se estima que aun hoy la mayoría los casos que suceden permanecen ocultos. Según un estudio realizado por el servicio de Adolescencia del Hospital Cosme Argerich, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en el 60% de las situaciones no se realiza la denuncia y sólo un tercio de los chicos afectados pide ayuda.
Sebastián Cuattromo, que ahora tiene 38 años y forma parte del colectivo “Adultos por los derechos de la infancia”, durante 10 años mantuvo en secreto los abusos sexuales que padeció en su pubertad. El primero ocurrió cuando tenía 12 y cursaba el final de séptimo grado, y se extendieron durante el primer año del secundario. El agresor: un cura-docente del colegio Marianista al que asistía, y al que finalmente condenaron a 12 años de cárcel.
“Fui educado con una cultura machista y creía que si pedía ayuda en vez de protegerme me iban a destruir”, cuenta Sebastián, y recuerda que en esa época había estallado el caso del “Bambino” Veira (fue condenado por intento de violación a un menor): “Cuando iba a la cancha escuchaba los cánticos que bromeaban sobre el tema. Era terrible. Sentía que no lo podía contar”.
¿POR QUÉ LOS CHICOS CALLAN? 
A veces el silencio se instala porque los abusos suceden dentro del núcleo familiar y provienen de una persona de confianza de la víctima. “En un 90% de los casos los agresores tienen una relación cercana al niño y a su entorno. Pueden ser tíos, padrastros o los propios padres”, describe Carolina Martín, de la Dirección General de Niñez y Adolescencia de la municipalidad de La Plata, y cuenta que en algunas situaciones las madres optan por proteger al abusador o realizan una primera denuncia pero después no quieren seguir con la causa porque el agresor es la persona que alimenta a la familia.
El miedo, el sentimiento de culpa y la vergüenza también conducen a ocultar el abuso, según la guía que elaboraron la fundación FEIM (Fundación para el Estudio e Investigación de la Mujer), la AAMCJ (Asociación Argentina de Mujeres de Carreras Jurídica) y Salud Activa para ayudar a las familias que deben intervenir ante una situación de abuso sexual infantil o adolescente.
Los especialistas que elaboraron el estudio explican que los niños que son víctimas de abuso sexual en forma reiterada desarrollan lo que denomina “indefensión aprendida”: como sus intentos por evitar el abuso no surten efecto, dejan de intentarlo y con el tiempo pueden asumir el rol de pareja del agresor. Como causa de la manipulación y las amenazas a las que son sometidos guardan “el secreto” y evitan la revelación.
“Es un problema masivo que atraviesa a toda la sociedad, y es fundamental darle visibilidad para que nos hagamos cargo”

“El abuso sexual en la infancia es uno de los problemas de violencia más invisibilizados porque ocurre en el seno de las familias por parte de familiares directos del niño/a o por amistades directas. Ademas el abusador genera un pacto de confianza y de secreto con las víctimas y estas se callan por vergüenza, por temor y sentirse culpables y por lealtad a quien los abusa”, señala Mabel Bianco, una de las autoras del estudio.
A nivel mundial, Unicef estima que 1 de cada 10 niñas son víctimas de violencia sexual, y según el Consejo de Europa, 1 de cada 5 niños/as en Europa sufren de abusos sexuales. En Argentina no existen datos oficiales, pero se estima que también 1 de cada 5 niños/as son abusados por un familiar antes de los 18 años.
“Es un problema masivo que atraviesa a toda la sociedad, y es fundamental darle visibilidad para que como adultos nos hagamos cargo de lo que sucede”, dice Sebastián Cuattromo, y lamenta que el abuso en la infancia continúe siendo “un tema tabú”.
Aunque la mayoría de los estudios indican que las niñas son las principales víctimas (en un 70% aproximadamente), también los niños sufren este tipo de agravio.
En Argentina, la familia es el principal ámbito donde se da la violencia sexual, según señalan en la guía que aborda la problemática. El 55% de los abusos suceden en la propia casa o en la de los abuelos, y sólo el 16% de los chicos pide ayuda. Los que callan sienten vergüenza, tienen miedo a ser señalados o a sufrir represalias de sus agresores.
De acuerdo al informe, de cada 1.000 abusos que se comenten se condena a uno solo: las penas se aplican, generalmente, cuando el agresor es de bajos recursos económicos. La mayoría de los casos que suceden en la clase media y alta permanecen en la impunidad, según señalan los especialistas, que sostienen que la problemática atraviesa a toda clase social, y no siempre es fácil de detectar.
POSIBLES INDICIOS DE ABUSO
“Es muy importante que los padres estén atentos a las conductas de los chicos: temor a los adultos, exhibición de órganos sexuales o conocimiento de hechos no habituales, llanto e irritabilidad, rechazo a algún adulto, si vuelven a hacerse pis encima, pesadillas y otras manifestaciones . Frente a estas cosas hay que tratar de hablar y escucharlos”, dice Bianco.
Las manifestaciones de los niños abusados pueden variar de acuerdo a las formas del agravio, la frecuencia, el nivel de intimidad y de vinculación emocional con el agresor. Según un estudio realizado por Save the Children, “las niñas tienden a presentar reacciones ansioso-depresivas; los niños fracaso escolar y dificultades inespecíficas de socialización, así como comportamientos sexuales agresivos”.
Para que exista abuso sexual infantil no es necesario el contacto físico: el adulto puede mostrarle fotografías o películas pornográficas o hacerle presenciar escenas sexuales que no son adecuadas para su edad, o pedirle que toque sus partes íntimas o las de alguien más.
Desde el sitio “Vamos a crecer”, del Ministerio de Salud señalan que para prevenir el abuso es importante conversar con los chicos, enseñarles a pedir ayuda y alentarlos a hablar de cualquier tema que los preocupe o los haga sentir incómodos.
Recomiendan hablar con los niños y niñas sobre sexualidad y privacidad. Enseñarles cuáles son sus partes íntimas y explicarles que nadie tiene por qué verlas o tocarlas. Cuando son más grandes, se les debe enseñar que al baño se va solo y los adultos no tienen porqué acompañarlo.
Como la mayoría de los abusadores son personas que tienen confianza y cercanía con los niños. Especialistas aconsejan contarles que los todos adultos pueden equivocarse y pedirles cosas que están mal.
Desde el Ministerio de Salud, señalan que los niños deben saber que algunos secretos no se deben guardar y que pueden contar cualquier situación que los haga sentir incómodos o los incomode.
“Es importante enseñarles a cuidar el cuerpo propio y hablarles sobre la privacidad”, dice Alfonsina Basso, psicóloga del servicio local de guardia de Niñez y Adolescencia, y remarca que las situaciones de abuso bajo ningún caso se deben callar.
En cuanto a la actitud que deberían adoptar los padres, Bianco afirma: “Nunca dudemos de la palabra de los niños. Y si dudamos, averigüemos pero no les digamos no les creemos porque quedaran en silencio y eso los perjudica”.

lunes, 8 de junio de 2015

“Siempre llegamos tarde a los casos de maltrato infantil”

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  • Integrantes de la Sociedad de Pediatría denuncian la falta de respuestas integrales, de prevención y de castigo para los violentos. En 15 años, el Hospital de Niños atendió más de 2.500 casos de maltrato.
Silencio. Muchas veces, los niños no dicen lo que sufren porque están amenazados o porque tienen miedo de perder a la mamá o al papá.
Foto: Archivo El Litoral
Agustina Mai
amai@ellitoral.com
“Cuando el chico llega maltratado al hospital, se trata de una violencia reiterada, que viene desde hace tiempo y que no fue vista a tiempo. Siempre llegamos tarde a los casos de maltrato infantil, cuando el hecho ya fue consumado”, comenzó planteando Virginia Bonet, pediatra y secretaria del Grupo de Trabajo por los Derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), filial Santa Fe.
En el hospital de Niños Orlando Alassia todos los días se ven casos de maltrato, que llegan por diferentes vías. “Muchas veces se trata de una consulta encubierta: vienen porque el chico tiene fiebre, un dolor o porque no controla esfínteres, pero cuando el profesional descarta un problema fisiológico y las respuestas que obtiene no condicen con lo que ve, entonces hay que sospechar otra cosa”, continuó la pediatra.
Estas consultas encubiertas implican los casos más complejos, debido a todo un entramado familiar que suele ocultar el maltrato. “Muchas veces los chicos no dicen nada porque tienen miedo de perder a la mamá o al papá o porque están amenazados: ‘si hablás, tu padre se va a ir de casa’, los amedrentan. Pero cuando hablan, siempre les creemos. Después se verá si se trata de un maltrato o de un trato inadecuado, pero siempre se cree en la palabra del chico”, agregó Natalia Gamba, otra integrante del grupo de trabajo y secretaria de la SAP filial Santa Fe.
Ante la sospecha de un caso de maltrato, se debe evaluar el riesgo que corre ese niño. “¿Está a salvo en su casa? Es la pregunta que tenemos que hacernos para decidir si es necesario internarlo para preservar su integridad”, explicó la profesional. Si el niño es menor de 5 años se lo interna sí o sí para resguardarlo.
Formular la denuncia requiere un abordaje integral. “La denuncia por maltrato es una cuestión pesada porque, a partir de ahí, se va a desarmar una familia. Por eso, es fundamental el trabajo interdisciplinario para poder diagnosticarlo: no es algo que lo determine sólo el pediatra, sino que hay un trabajo compartido con psicólogos, neurólogos, psiquiatras, trabajadores sociales y, en los casos más graves, se recurre a la Subsecretaría de Niñez de la provincia”, detalló su colega.
Avances
Las pediatras coinciden en que los equipos de salud están más atentos a este tipo de situaciones. Además existen protocolos que establecen cómo actuar ante un posible caso, que son mucho más claros y los médicos los tienen más incorporados cuando se trata de abuso sexual infantil.
También perciben un cambio en las representaciones sociales en torno a los niños y sus derechos: “Hay más conciencia de que pegarle a los chicos no es beneficioso y que, por el contrario, los perjudica. Esto tiene que ver con la difusión que hacen los medios de comunicación y las propagandas contra el maltrato infantil”, aseguró Alicia Bártroli, otra pediatra que integra el grupo de trabajo de la SAP.
Finalmente, notan un mayor nivel de denuncia, aunque la respuesta de la justicia sea lenta o nunca llegue. “La Justicia no da un castigo acorde. Pero esto no le quita valor a la denuncia porque sirve para que el maltratador se sienta observado y cambie su conducta”, dijo Bonet.
Prevención

Las especialistas insisten en la importancia de la prevención, en tres instancias.
La prevención primaria busca anticiparse y evitar el maltrato. Para ello, deben evaluarse factores de riesgo y protectores. “Por ejemplo, si sabemos que la mamá -o el papá- tiene problemas de adicción, ahí hay que trabajar para evitar el maltrato. Esto no se hace”, denunció Bártroli.
Los pediatras pueden ayudar a cambiar una forma de mentalidad y conducta y fomentar el buen trato. “Cuando se observan prácticas de castigo corporal, como sacudidas, cachetazos, cintazos o amenazas, el pediatra debe sugerir métodos alternativos de disciplina”, planteó.
La prevención secundaria busca limitar el daño para que el hecho no se repita. “Es la posibilidad de darle al niño maltratado o abusado los recursos para poder defenderse e impedir que vuelva a ocurrir. Y en este momento, es la única prevención que podemos hacer”, señaló Gamba y reconoció como una deuda pendiente el concretar acciones para no llegar tan tarde.
“Los niños que murieron por maltrato tenían consultas previas. Pero como son consultas dispersas y con distintos profesionales, no se puede establecer una relación entre una consulta y otra ni tener un seguimiento”, indicó Bártroli.
Finalmente, la prevención terciaria propone que el niño maltratado pueda procesar su trauma para no repetirlo en su vida. “El 80 % de los niños maltratados repite estas conductas violentas”, detalló Bártroli.